miércoles, 26 de abril de 2017

¿Resucita la Fórmula 1?

Empecé a escribir esta entrada en noviembre de 2015, al poco de la conclusión de la temporada de Fórmula 1. Ha pasado otra temporada más y ha comenzado una nueva, pero lo que tenía en el borrador se puede seguir aplicando, cosa preocupante.

"¿Quién dice que la Fórmula 1 es un deporte aburrido?" Esa era una de las frases más repetidas por Antonio Lobato en las retransmisiones de las carreras en Telecinco. A mí me costaba entender que hubiese gente a la que la F1 le pareciera aburrida. T5 dejó de emitir la categoría reina del automovilismo en 2008, y hasta hoy, la cosa ha cambiado muchísimo. Hoy, lo que cuesta mucho decir es que la Fórmula 1 no es aburrida.

Yo empecé a seguir la F1 en el año 2003 cuando todavía la daban en TVE. Ese año Michael Schumacher y Kimi Raikkonen se jugaban el título, de ahí que sean, sobre todo el finlandés, mis dos pilotos favoritos. Fernando Alonso y su Renault con los colores de la bandera de Asturias ya asomaban el morro, aunque sin la fuerza que vendría después. Tal vez por eso nunca me llamó la atención, a pesar de ser asturiano como yo, y nunca formé parte de la alonsomanía teniendo un entorno muy alonsista.

Pero fue 2004 el año del impulso de la F1 en España. T5 había adquirido los derechos de retransmisión. Lobato, Gonzalo SerranoVíctor Seara y Pedro de la Rosa formó un equipo de comentaristas difícil de superar. La calidad era insuperable: previos, narración de las carreras... valía la pena levantarse a las 5 y media de la madrugada para ver el previo, como hice en el GP de Australia 2008.

Con los títulos mundiales de Alonso en 2005 y 2006, los domingos a la hora de comer eran para ver las carreras, en bares, restaurantes, o en casa con los amigos. La F1 superaba incluso al fútbol. 2003, 2004, 2005, 2006, 2007 y 2008 fueron temporadas que a día de hoy cuesta mucho pensar que vuelvan a repetirse. Salvo en 2004, año que el Káiser  y Ferrari prácticamente se pasearon, en los demás hubo duelos variados entre pilotos de varias escuderías: Schumi, Kimi y Juan Pablo Montoya en 2003 (Ferrari, McLaren y Williams), Alonso y Raikkonen en 2005 (Renault-McLaren), Schumacher vs Alonso en 2006, Ferrari contra McLaren en 2007 con caso de espionaje y un novato llamado Lewis Hamilton plantándole cara a su compañero bicampeón incluido, y el Hamilton-Massa que se decidió en la última curva del GP de Brasil de 2008. A partir de entonces, la Fórmula 1 entró en declive. ¿Qué pasó para acabar con un deporte tan maravilloso?

Desde el inicio de la temporada de 2009, en la que la Federación Internacional de Automovilismo (FIA) impuso un nuevo reglamento que simplificó los monoplazas al máximo y promulgó un techo de costes en el marco de la crisis económica global que afectó al sector de los coches. La medida fracasó y marcas como Toyota y BMW acabaron bajándose del barco al final de año.

Desde aquel año, ver por televisión un Gran Premio de Fórmula 1 se ha convertido en algo soporífero: dominio de un solo equipo (primero Brawn GP, después Red Bull y ahora Mercedes), coches más lentos y poco ruidosos y escasez de adelantamientos. En resumidas cuentas, una falta de espectacularidad que ha repercutido en las audiencias de este deporte en todo el mundo. Ahora ya no sólo da pereza para ver las carreras de Australia o Japón, sino ya las tradicionales de las dos de la tarde. Casi que es mejor ver la salida, comer, y echarse la siesta en medio de la carrera. Y esto parece que no sólo lo hago yo, a partir de 2009 la Fórmula 1 ha perdido un tercio de su audiencia, unos 200 millones de telespectadores. No es casualidad, como tampoco lo es la disminución de asistencia a los circuitos. En la memoria de los aficionados están todavía las imágenes del Circuito de Montmeló lleno hasta la bandera arropando a Fernando Alonso hace apenas diez años. Si a la falta de espectáculo le sumas el aumento del precio de las entradas, pasa lo que pasa: gradas vacías en trazados míticos como Alemania o Gran Bretaña. Una imagen lamentable para la que en teoría es la categoría reina del automovilismo.

Los ayuntamientos de las ciudades en las que están los circuitos cada vez se replantean más aportar dinero público para seguir teniendo unas carreras de F1 que no suponen una inversión rentable. Alemania ya dejó de albergar su GP y España e Italia en más de una ocasión han puesto en duda la continuidad de sus carreras. El canon que hay que pagar es brutal, y eso que es mucho más barato para los países tradicionales en este deporte. Bernie Ecclestone, el patrón de la F1, llevaba desde principios de siglo buscando ampliar las fronteras de su deporte por Asia. Así se aterrizó en países como China, Bahréin o Emiratos Árabes. Las risas llegaron con la llegada a países random como Corea del Sur o India, que, además de en el canon, despilfarraron una cantidad brutal de dinero en circuitos que quedaron a medio terminar y que solo vieron rodar a los monoplazas en tres ocasiones.


Las escuderías tampoco han puesto de su parte para arreglar este desaguisado. Son los que ponen la pasta para poner los coches en pista, pero parece que les da igual crear una competición que atraiga a patrocinadores, aficionados y su dinero. El poderoso de turno (Ferrari, Red Bull, Mercedes) lo que quiere es influir en los nuevos reglamentos y para que este les favorezca. La F1 nunca ha sido ni será una competición en el que haya igualdad, pero una cosa es que haya igualdad, y otra es que entre el primer y el segundo mejor equipo haya tantas décimas por vuelta.

En este inicio de Temporada 2017 parece que habrá una lucha Ferrari-Mercedes. Ojalá lo visto en las tres primeras carreras no sea un espejismo y que, por fin, la F1 vuelva a ser lo que era.