Se va un año de locos. Quién me lo iba a decir el 1 de enero, tras una celebración de Nochevieja prácticamente inmejorable en el Casino de Gijón.
Yo ya me atreví a calificar como "mierda" al 2020 el 26 de enero, una fecha que no se me olvidará en la vida. El día que murió Kobe Bryant. Junto con Rivaldo y Kimi Raikkonen, mi ídolo deportivo. Todavía me cuesta creer que sucediera. La madrugada antes estaba de fiesta y LeBron James acababa de superarle como tercer máximo anotador de la historia de la NBA. Por la tarde-noche salió la noticia: se había matado junto a su hija de 13 años en un accidente de helicóptero.
Continuing to move the game forward @KingJames. Much respect my brother 💪🏾 #33644
— Kobe Bryant (@kobebryant) January 26, 2020
La muerte de Kobe sólo iba a ser la punta del iceberg de mierda. Ya en enero mientras desayunaba los telediarios abrían con noticias desde China porque en Wuhán la gente estaba pillando una extraña neumonía a causa del pequeño gran protagonista del año: el coronavirus. Y tras un mes de febrero de normalidad (y hasta bromas), llegó marzo.
2020 me lo pasé en Fucomi en una escuela-taller de auxiliar administrativo. Gracias a ella al fin logré comprarme un coche propio. Un Honda Civic. Siempre lo había querido. Eso debió ser lo único bueno del año. Eso y que, al menos en 2020, ni mis padres ni yo cogimos el bicho. Cruzo los dedos para que siga siendo así en 2021.
Hasta nunca, 2020.