Aunque el Barcelona con su histórico segundo triplete que culminaba la temporada acaparó todos los focos, el 7 de junio de 2015 todavía quedaba fútbol por disputarse. La Segunda División 2014/15 echaba el cierre con cuatro equipos jugándose algo: Girona y Sporting el ascenso directo y Racing y Osasuna el no descenso. Me centraré en los dos primeros.
El conjunto catalán llegaba a la última cita segundo con 81 puntos, dos más que el Sporting, que se plantaba en casa del ya campeón Betis con una mínima posibilidad para subir sin tener que pasar por el Playoff. Los de Abelardo necesitaban ganar por dos o más goles y que el Girona empatara o perdiera en casa ante un Lugo que no se jugaba nada. Poco más que un milagro. Lo previsible, siguiendo la dinámica de los enfrentamientos entre equipos que se jugaban algo contra los que no se jugaban nada, era una victoria tanto de Girona como de Sporting. Por lo tanto, los de Gijón jugarían la promoción.
Y así fue... hasta el minuto 90 del partido en Montilivi. El Girona ganaba por 1-0 gracias a un gol de Fran Sandaza al borde del descanso. Mientras, en el Benito Villamarín los asturianos cumplían con su parte con un contundente 0-3 ante un Betis a medio gas y con unos cuantos suplentes. Con el pitido del árbitro, los jugadores del Sporting se quedaron en el césped a la espera de noticias. En medio de las caras serias, La Mareona comenzó a gritar gol. Sí, el milagro estaba sucediendo. Pablo Caballero se unió a Jairo Alvarez y a Toni Moral (autores de la remontada del Alavés ante la Real Sociedad tras la derrota del Sporting en Castellón) con cabezazo que enmudecía Gerona y colocaba al Sporting en la Liga BBVA.
Sin embargo, el partido no había acabado. En la jugaba siguiente, Florian Lejeune volvía a poner por delante al Girona, desatando la euforia local y despertando del sueño a los sportinguistas de toda España. Pero las tornas cambiaron otra vez. El asistente señalo claro fuera de juego del futbolista francés, aumentando la tensión y provocando un lanzamiento de botella. Los colegiados se retiraron y el partido se dio por concluido a falta de 40 segundos. Radios y tweets lo confirmaban: el Real Sporting de Gijón volvía a la élite tres años después.
Cuando las celebraciones comenzaron, corrió un rumor que después se confirmó: se reanudaba el partido con más de medio estadio vacío y con Quique Setién en plena rueda de prensa. De locos. El Girona no consiguió marcar y empezó la fiesta de las reacciones.
Jugadores, directivos, técnicos y hasta políticos del conjunto catalán descargaron su rabia y frustración en dos direcciones: Betis y Lugo. Unos por poco profesionales y otros por demasiado profesionales. Nunca llueve a gusto de todos. Resumiendo: el Betis se dejó ganar por el Sporting y el Lugo estaba primado. Especialmente rabioso estaba Sandaza, que dedicó en Twitter insultos al técnico lucense y RTs con más de lo mismo.
Sandaza y compañía quizás olvidan que hace un año vivieron una situación similar, pero a la inversa. En la última jornada del curso 2013/14, el Girona ocupaba la última plaza de descenso a 2ªB y recibía a un Depor ya ascendido. Para salvarse necesitaban una serie de resultados, uno de ellos la derrota del Mirandés... en Lugo. Sí, el Girona dependía de una victoria de un equipo que no se jugaba nada para salvarse. ¿Qué pasó? El cuadro catalán venció ante un Deportivo de vacaciones (dicho así por la prensa) y el Mirandés sufría una derrota en el Anxo Carro que les condenó al pozo. Entonces no hubo ni llantos, ni tweets ni nada. Pero eso no interesa ni a jugadores e hinchas del Girona (ni tampoco a sevillistas, pucelanos y oviedistas que ya se veían visitando El Molinón por fin para no jugar con el Sporting B).
Tanto el Girona-Lugo como el Betis-Sporting tuvieron un guión similar: el que necesitaba ganar atacaba. La diferencia fue que unos se conformaron con el 1-0 y los otros seguían intentando hacer su parte para subir. Leyendo los comentarios parece que el Betis estuvo de brazos cruzados, cuando en realidad hicieron lo mismo que el Lugo: atacar en varias ocasiones con un desacierto propio de jugar sin tensión. De hecho, el Betis hizo más tiros ante el Sporting (16) que Girona y Lugo (10 cada uno). No hay que olvidar que el equipo gallego "desaprovechó" dos ocasiones clarísimas: un mano a mano que el Lugo tiró fuera y otra más clara que el delantero solo tenía que empujar debajo de las piernas del portero y que sin embargo envió al limbo.
En definitiva, jugar sin tensión ante alguien que sí se la juega es tan viejo como el propio fútbol, sobre todo por empatía, y más entre equipos pequeños, ya que las tornas pueden cambiar en cualquier momento. En vez de llorar y lanzar botellas, en Gerona deberían preguntarse por qué no golearon ante un equipo a medio gas en lo que debería haber sido su gran fiesta.
Y así fue... hasta el minuto 90 del partido en Montilivi. El Girona ganaba por 1-0 gracias a un gol de Fran Sandaza al borde del descanso. Mientras, en el Benito Villamarín los asturianos cumplían con su parte con un contundente 0-3 ante un Betis a medio gas y con unos cuantos suplentes. Con el pitido del árbitro, los jugadores del Sporting se quedaron en el césped a la espera de noticias. En medio de las caras serias, La Mareona comenzó a gritar gol. Sí, el milagro estaba sucediendo. Pablo Caballero se unió a Jairo Alvarez y a Toni Moral (autores de la remontada del Alavés ante la Real Sociedad tras la derrota del Sporting en Castellón) con cabezazo que enmudecía Gerona y colocaba al Sporting en la Liga BBVA.
Sin embargo, el partido no había acabado. En la jugaba siguiente, Florian Lejeune volvía a poner por delante al Girona, desatando la euforia local y despertando del sueño a los sportinguistas de toda España. Pero las tornas cambiaron otra vez. El asistente señalo claro fuera de juego del futbolista francés, aumentando la tensión y provocando un lanzamiento de botella. Los colegiados se retiraron y el partido se dio por concluido a falta de 40 segundos. Radios y tweets lo confirmaban: el Real Sporting de Gijón volvía a la élite tres años después.
Cuando las celebraciones comenzaron, corrió un rumor que después se confirmó: se reanudaba el partido con más de medio estadio vacío y con Quique Setién en plena rueda de prensa. De locos. El Girona no consiguió marcar y empezó la fiesta de las reacciones.
Jugadores, directivos, técnicos y hasta políticos del conjunto catalán descargaron su rabia y frustración en dos direcciones: Betis y Lugo. Unos por poco profesionales y otros por demasiado profesionales. Nunca llueve a gusto de todos. Resumiendo: el Betis se dejó ganar por el Sporting y el Lugo estaba primado. Especialmente rabioso estaba Sandaza, que dedicó en Twitter insultos al técnico lucense y RTs con más de lo mismo.
Sandaza y compañía quizás olvidan que hace un año vivieron una situación similar, pero a la inversa. En la última jornada del curso 2013/14, el Girona ocupaba la última plaza de descenso a 2ªB y recibía a un Depor ya ascendido. Para salvarse necesitaban una serie de resultados, uno de ellos la derrota del Mirandés... en Lugo. Sí, el Girona dependía de una victoria de un equipo que no se jugaba nada para salvarse. ¿Qué pasó? El cuadro catalán venció ante un Deportivo de vacaciones (dicho así por la prensa) y el Mirandés sufría una derrota en el Anxo Carro que les condenó al pozo. Entonces no hubo ni llantos, ni tweets ni nada. Pero eso no interesa ni a jugadores e hinchas del Girona (ni tampoco a sevillistas, pucelanos y oviedistas que ya se veían visitando El Molinón por fin para no jugar con el Sporting B).
Tanto el Girona-Lugo como el Betis-Sporting tuvieron un guión similar: el que necesitaba ganar atacaba. La diferencia fue que unos se conformaron con el 1-0 y los otros seguían intentando hacer su parte para subir. Leyendo los comentarios parece que el Betis estuvo de brazos cruzados, cuando en realidad hicieron lo mismo que el Lugo: atacar en varias ocasiones con un desacierto propio de jugar sin tensión. De hecho, el Betis hizo más tiros ante el Sporting (16) que Girona y Lugo (10 cada uno). No hay que olvidar que el equipo gallego "desaprovechó" dos ocasiones clarísimas: un mano a mano que el Lugo tiró fuera y otra más clara que el delantero solo tenía que empujar debajo de las piernas del portero y que sin embargo envió al limbo.
En definitiva, jugar sin tensión ante alguien que sí se la juega es tan viejo como el propio fútbol, sobre todo por empatía, y más entre equipos pequeños, ya que las tornas pueden cambiar en cualquier momento. En vez de llorar y lanzar botellas, en Gerona deberían preguntarse por qué no golearon ante un equipo a medio gas en lo que debería haber sido su gran fiesta.