viernes, 15 de diciembre de 2017

2017

Faltan poco más de dos semanas para que finalice el 2017. Tiempo de hacer balance y reflexionar de cara al 2018. En líneas generales, ha sido un año fabuloso (espero no gafarlo en estos pocos días que quedan), tanto académica, como personal y "profesionalmente", pero también un año de mucha nostalgia. Vayamos por partes.

2017 ha sido un año en el que más que nunca he pensado en lo rápido que pasa el tiempo. En este mismo día (15 de diciembre) en el que estoy escribiendo esto, pero hace diez años, estaba jugando con el Basket Lena ante el C.B. Navia en el Polideportivo de Pola. Ese partido, que ganamos 52-2 (marcador cerrado), adquirió un tinte especial para mí al descubrir recientemente unas fotos de aquel día. Las únicas que hay mías jugando durante mi etapa baloncestística (2005-2008). Pensar que ya ha pasado una década desde ese 15 de diciembre de 2007 y ver dónde y cómo estoy a día de hoy hace a uno pensar.

Uno es consciente (o al menos en mi caso) del rápido paso del tiempo cuando se cumplen diez años de un acontecimiento. Mi 2017 se puede resumir en eso, porque yo afronté 2007 como un año especial. Más que nada porque el 7 ha sido siempre uno de mis números favoritos. Pero 2007 iba a suponer, de manera natural y sin darme cuenta, un punto de inflexión: el paso del colegio al instituto. Además, fue el inicio de mi última temporada como jugador de baloncesto y también fue el año en el que me compré con mis propios ahorros algo que deseaba y que era bastante caro (la Playstation 3). Resumiendo, 2007  (sobre todo su segunda mitad) fue un año maravilloso y durante el 2017 he recordado muchos de esos grandes momentos con un sonrisa en la cara.




Centrándonos ya al 100% en el presente, toca hablar de temas académicos con sabor agridulce. Por primera vez desde que inicié la carrera de Periodismo he firmado un curso inmaculado, lo cual es siempre positivo. La "amargura" viene porque si el resto de cursos hubiesen sido iguales, ahora mismo tendría mi título en Periodismo bajo el brazo. Confío en que el 2017-18 sea mi último año como estudiante.

Pero el gran momento de este 2017 que se acerca a su fin llegó en mayo. Ese mes entré a formar parte de la familia de Sphera Sports. Uno de los medios digitales con mayor prestigio. No voy a decir el topicazo futbolero de "estar en Sphera es la culminación de un sueño", pero sí que me había imaginado alguna que otra vez escribiendo para ellos. Recibir por DM en Twitter la noticia de que me nombraban gestor de la cuenta @NBAsphera fue algo ilusionante. Estamos hablando de una de las diez cuentas con más seguidores. Llevo ya siete meses al frente de ella y estoy muy contento con los resultados hasta ahora. También gestiono la cuenta @SpheraNFL desde el día en el que empezó la temporada 2017. No tiene tanta audiencia como la de la NBA, pero poco a poco va sumando adeptos.

A Sphera agradezco la total libertad que me dan para escribir sobre lo que sea. Apesar de ser "el de la NBA y la NFL", he escrito sobre béisbol, F1 y fútbol sin problema alguno. Tengo muchas ideas guardadas en el ordenador para publicar en los próximos meses. Muchas estoy seguro de que os van gustar.

Otro gran momento fueron los siete días en Lisboa con mis amigos Longo y Pachi. Un viaje medio improvisado pero que acabó siendo inolvidable. Había oído que la capital portuguesa tenía mucho encanto y la verdad que no defraudó. #TukTuk

Se avecina un 2018 que será otro punto de inflexión. Hay dos acontecimientos que marcarán el nuevo año. Por un lado, la obtención del título de Periodismo. La culminación a un sueño que tenía desde niño. Espero que la UCM no me maree con el tema del TFG. El otro gran evento que se viene en 2018 es el viaje a Chicago, Green Bay y Milwaukee. Si todo va bien, será la primera vez que pise los Estados Unidos de América. Será para ver NBA y NFL en directo. El hype se dispara día a día. Y todo empezó por un tuit que encontré un día por casualidad.


miércoles, 26 de abril de 2017

¿Resucita la Fórmula 1?

Empecé a escribir esta entrada en noviembre de 2015, al poco de la conclusión de la temporada de Fórmula 1. Ha pasado otra temporada más y ha comenzado una nueva, pero lo que tenía en el borrador se puede seguir aplicando, cosa preocupante.

"¿Quién dice que la Fórmula 1 es un deporte aburrido?" Esa era una de las frases más repetidas por Antonio Lobato en las retransmisiones de las carreras en Telecinco. A mí me costaba entender que hubiese gente a la que la F1 le pareciera aburrida. T5 dejó de emitir la categoría reina del automovilismo en 2008, y hasta hoy, la cosa ha cambiado muchísimo. Hoy, lo que cuesta mucho decir es que la Fórmula 1 no es aburrida.

Yo empecé a seguir la F1 en el año 2003 cuando todavía la daban en TVE. Ese año Michael Schumacher y Kimi Raikkonen se jugaban el título, de ahí que sean, sobre todo el finlandés, mis dos pilotos favoritos. Fernando Alonso y su Renault con los colores de la bandera de Asturias ya asomaban el morro, aunque sin la fuerza que vendría después. Tal vez por eso nunca me llamó la atención, a pesar de ser asturiano como yo, y nunca formé parte de la alonsomanía teniendo un entorno muy alonsista.

Pero fue 2004 el año del impulso de la F1 en España. T5 había adquirido los derechos de retransmisión. Lobato, Gonzalo SerranoVíctor Seara y Pedro de la Rosa formó un equipo de comentaristas difícil de superar. La calidad era insuperable: previos, narración de las carreras... valía la pena levantarse a las 5 y media de la madrugada para ver el previo, como hice en el GP de Australia 2008.

Con los títulos mundiales de Alonso en 2005 y 2006, los domingos a la hora de comer eran para ver las carreras, en bares, restaurantes, o en casa con los amigos. La F1 superaba incluso al fútbol. 2003, 2004, 2005, 2006, 2007 y 2008 fueron temporadas que a día de hoy cuesta mucho pensar que vuelvan a repetirse. Salvo en 2004, año que el Káiser  y Ferrari prácticamente se pasearon, en los demás hubo duelos variados entre pilotos de varias escuderías: Schumi, Kimi y Juan Pablo Montoya en 2003 (Ferrari, McLaren y Williams), Alonso y Raikkonen en 2005 (Renault-McLaren), Schumacher vs Alonso en 2006, Ferrari contra McLaren en 2007 con caso de espionaje y un novato llamado Lewis Hamilton plantándole cara a su compañero bicampeón incluido, y el Hamilton-Massa que se decidió en la última curva del GP de Brasil de 2008. A partir de entonces, la Fórmula 1 entró en declive. ¿Qué pasó para acabar con un deporte tan maravilloso?

Desde el inicio de la temporada de 2009, en la que la Federación Internacional de Automovilismo (FIA) impuso un nuevo reglamento que simplificó los monoplazas al máximo y promulgó un techo de costes en el marco de la crisis económica global que afectó al sector de los coches. La medida fracasó y marcas como Toyota y BMW acabaron bajándose del barco al final de año.

Desde aquel año, ver por televisión un Gran Premio de Fórmula 1 se ha convertido en algo soporífero: dominio de un solo equipo (primero Brawn GP, después Red Bull y ahora Mercedes), coches más lentos y poco ruidosos y escasez de adelantamientos. En resumidas cuentas, una falta de espectacularidad que ha repercutido en las audiencias de este deporte en todo el mundo. Ahora ya no sólo da pereza para ver las carreras de Australia o Japón, sino ya las tradicionales de las dos de la tarde. Casi que es mejor ver la salida, comer, y echarse la siesta en medio de la carrera. Y esto parece que no sólo lo hago yo, a partir de 2009 la Fórmula 1 ha perdido un tercio de su audiencia, unos 200 millones de telespectadores. No es casualidad, como tampoco lo es la disminución de asistencia a los circuitos. En la memoria de los aficionados están todavía las imágenes del Circuito de Montmeló lleno hasta la bandera arropando a Fernando Alonso hace apenas diez años. Si a la falta de espectáculo le sumas el aumento del precio de las entradas, pasa lo que pasa: gradas vacías en trazados míticos como Alemania o Gran Bretaña. Una imagen lamentable para la que en teoría es la categoría reina del automovilismo.

Los ayuntamientos de las ciudades en las que están los circuitos cada vez se replantean más aportar dinero público para seguir teniendo unas carreras de F1 que no suponen una inversión rentable. Alemania ya dejó de albergar su GP y España e Italia en más de una ocasión han puesto en duda la continuidad de sus carreras. El canon que hay que pagar es brutal, y eso que es mucho más barato para los países tradicionales en este deporte. Bernie Ecclestone, el patrón de la F1, llevaba desde principios de siglo buscando ampliar las fronteras de su deporte por Asia. Así se aterrizó en países como China, Bahréin o Emiratos Árabes. Las risas llegaron con la llegada a países random como Corea del Sur o India, que, además de en el canon, despilfarraron una cantidad brutal de dinero en circuitos que quedaron a medio terminar y que solo vieron rodar a los monoplazas en tres ocasiones.


Las escuderías tampoco han puesto de su parte para arreglar este desaguisado. Son los que ponen la pasta para poner los coches en pista, pero parece que les da igual crear una competición que atraiga a patrocinadores, aficionados y su dinero. El poderoso de turno (Ferrari, Red Bull, Mercedes) lo que quiere es influir en los nuevos reglamentos y para que este les favorezca. La F1 nunca ha sido ni será una competición en el que haya igualdad, pero una cosa es que haya igualdad, y otra es que entre el primer y el segundo mejor equipo haya tantas décimas por vuelta.

En este inicio de Temporada 2017 parece que habrá una lucha Ferrari-Mercedes. Ojalá lo visto en las tres primeras carreras no sea un espejismo y que, por fin, la F1 vuelva a ser lo que era.

domingo, 12 de marzo de 2017

Fútbol americano, una nueva afición

Hace un mes y una semana, quien escribe estas líneas presenció uno de los mejores partidos (de cualquier deporte) que haya visto en su vida. Ese deporte era el fútbol americano y el partido, la Super Bowl LI. Algo impensable para mí hasta hace bien. Ya no digo años, sino meses. Fue el culmen a mi primer año siguiendo la NFL. Previamente ya había visto (hasta el descanso) las tres ediciones anteriores de este evento, pero era más bien postureo, porque apenas sabía las normas de este deporte y seguir un partido así es muy complicado.

Todo esto cambió el pasado mes de septiembre, tras los exámenes de recuperación. La Temporada 2016 de la NFL acababa de empezar y en la programación de Movistar+ ya aparecían esos partidos, tanto en directo como en diferido. Una tarde, di con uno de esos partidos (no recuerdo exactamente cuál) y decidí quedarme a verlo. A pesar de seguir sin tener mucha idea más allá de lo que era un down, me gustó y me propuse investigar las normas del football para no seguir perdido al ver un partido. Gracias a la guía para principiantes de la web de la NFL comprendí varios conceptos clave. A partir de ahí, sin comprender al 100% este deporte, daba gusto ver los partidos de fútbol americano.

Por primera vez seguía las clasificaciones, las estadísticas de los jugadores, la historia de los equipos, etc. Es cierto que con el inicio de la temporada de la NBA dejé de prestarle tanta atención, pero llegó la postemporada de la NFL. Era la hora de la verdad, donde se ve de qué pasta están hechos los jugadores. Ahí estuvieron Tom Brady y Aaron Rodgers, dos de los mejores quarterbacks de siempre. Me apetecía ver a ambos enfrentados en el Super Sunday, pero no pudo ser. Los Green Bay Packers de Rodgers fueron eliminados por los Atlanta Falcons del MVP de la Temporada, Matt Ryan, en el partido por el título de la NFC.

Quedaban dos días para la Super Bowl, y me apetecía verla en condiciones. De improvisto, surgió un plan para verlo en un restaurante al estilo americano. Una vez llegados al sitio, ambos decidimos apostar 5€ al triunfo de los Patriots. No se trataba de ganar dinero, sino de tener un aliciente para aguantar las cinco horas que teníamos por delante. Tras un primer cuarto igualado, llegó el vendaval de los Falcons. Si el partido ya parecía sentenciado al descanso, tras el touchdown de Atlanta al poco de la reanudación estuvimos a punto de irnos para poder pillar un coche y no tener que esperar un autobús para volver a casa. Y apareció Brady.

El QB no estaba teniendo su mejor noche. Ni él, ni los receptores. Poco a poco, la situación estaba cambiando. Atlanta no anotaba y New England avanzaba. Llegaron los pases acertados, los TD... y a falta de cinco minutos para el final, los Pats estaban sólo ocho abajo. Había partido. Y cuando quedaba un minuto, un TD de James White y una conversión de dos puntos empataban el choque. Prórroga por primera vez en la historia de la Super Bowl. Con la moral por las nubes, New England consiguió el TD definitivo. Histórico. La mayor remontada de la historia de este partido. Y yo con una alegría a la altura de otros logros como las Eurocopas de España. Impensable hasta hace poco.

martes, 3 de enero de 2017

Los helados, un negocio familiar

Uno de los reportajes que más me gustó hacer en LNE fue el que realicé sobre mi amigo Pachi, quien durante el verano vende helados para Helados Herrero Ríos, la empresa de su padre. A lo largo de un día, presencié cómo es el día a día de uno de los trabajos más clásicos del verano: rutas, trato con los clientes, etc.

Para leer el reportaje, pincha aquí.