Dejo de lado la temática deportiva de mi blog para contaros cómo fue mi experiencia del 24 de marzo de 2014, el día después de la muerte de Adolfo Suárez, primer presidente de la democracia y una de las figuras de la Transición Española.
Tarde soleada en Madrid. Soleada, pero fría. Aun así, eso no
impidió que se formaran colas kilométricas para despedir a Adolfo Suárez, el
primer presidente elegido democráticamente después de la dictadura de Francisco
Franco. La ocasión merecía la pena.
Visitantes anteriores afirmaron haber estado en la cola cerca
de dos horas y media. A lo largo de toda la espera, fui preguntando a personas
de todas las edades sobre los motivos que les animaron a estar toda la tarde en
la calle para darle el último adiós a Adolfo Suárez.
Primero hablé con los de mi edad. Su principal
motivo fue dar las gracias, porque aunque no vivieron durante la Transición,
saben que, por lo que cuentan sus padres, fue un hombre muy importante en la
historia de España. “Hubiera venido desde
Algeciras si hubiese hecho falta.” afirmó un estudiante de Ciencias
Políticas y Derecho andaluz residente en Madrid.
El grueso de la cola lo formaban personas adultas. Muchas de
ellas fueron niños o adolescentes en los años finales del Franquismo y durante
la Transición Democrática. Algunos tuvieron la suerte de ir acompañados por sus
padres. Todos coincidieron en que, aunque tuvo errores posteriores, él y el Rey
Juan Carlos fueron los artífices de que hoy gocemos de un sistema democrático. “Ahora podemos votar, opinar, divorciarnos,
afiliarnos a partidos políticos… todo eso antes era impensable.” recuerda
una señora de 60 años. Otra señora me reveló que su padre (que había perdido un
brazo siendo niño) no recibió ninguna subvención hasta la llegada de Suárez.
El sentimiento general era de agradecimiento. Por saber
conducir una dictadura a una democracia, por pensar en España antes que en sus
intereses o los de su partido, etc. Una de las frases más repetidas fue: “El mejor presidente que hemos tenido. Los
políticos actuales podrían aprender algo de él”.
Finalmente, a las 22:18 de la noche, nos encontrábamos en
frente de la puerta del Congreso de los Diputados, a punto de presenciar un
poco historia. Allí estaba el ataúd de Adolfo Suárez custodiado por cuatro
miembros de las distintas secciones de las Fuerzas Armadas y rodeado por su
familia. Una escena calificada como impresionante e intimidatoria. A pesar de
la espera para estar allí menos de dos minutos, todos salimos con la sensación
de que había merecido la pena.
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