martes, 1 de abril de 2014

Presenciando un poco de historia

Dejo de lado la temática deportiva de mi blog para contaros cómo fue mi experiencia del 24 de marzo de 2014, el día después de la muerte de Adolfo Suárez, primer presidente de la democracia y una de las figuras de la Transición Española.

Tarde soleada en Madrid. Soleada, pero fría. Aun así, eso no impidió que se formaran colas kilométricas para despedir a Adolfo Suárez, el primer presidente elegido democráticamente después de la dictadura de Francisco Franco. La ocasión merecía la pena.

El final de la cola (a las 18:20 de la tarde) se situaba a la salida de la boca de la estación de metro de Sevilla. Ese fue el inicio de una espera de cuatro horas para ver el féretro de Suárez.

Visitantes anteriores afirmaron haber estado en la cola cerca de dos horas y media. A lo largo de toda la espera, fui preguntando a personas de todas las edades sobre los motivos que les animaron a estar toda la tarde en la calle para darle el último adiós a Adolfo Suárez.

Primero hablé con los de mi edad. Su principal motivo fue dar las gracias, porque aunque no vivieron durante la Transición, saben que, por lo que cuentan sus padres, fue un hombre muy importante en la historia de España. “Hubiera venido desde Algeciras si hubiese hecho falta.” afirmó un estudiante de Ciencias Políticas y Derecho andaluz residente en Madrid.

El grueso de la cola lo formaban personas adultas. Muchas de ellas fueron niños o adolescentes en los años finales del Franquismo y durante la Transición Democrática. Algunos tuvieron la suerte de ir acompañados por sus padres. Todos coincidieron en que, aunque tuvo errores posteriores, él y el Rey Juan Carlos fueron los artífices de que hoy gocemos de un sistema democrático. “Ahora podemos votar, opinar, divorciarnos, afiliarnos a partidos políticos… todo eso antes era impensable.” recuerda una señora de 60 años. Otra señora me reveló que su padre (que había perdido un brazo siendo niño) no recibió ninguna subvención hasta la llegada de Suárez.

El sentimiento general era de agradecimiento. Por saber conducir una dictadura a una democracia, por pensar en España antes que en sus intereses o los de su partido, etc. Una de las frases más repetidas fue: “El mejor presidente que hemos tenido. Los políticos actuales podrían aprender algo de él”.

Finalmente, a las 22:18 de la noche, nos encontrábamos en frente de la puerta del Congreso de los Diputados, a punto de presenciar un poco historia. Allí estaba el ataúd de Adolfo Suárez custodiado por cuatro miembros de las distintas secciones de las Fuerzas Armadas y rodeado por su familia. Una escena calificada como impresionante e intimidatoria. A pesar de la espera para estar allí menos de dos minutos, todos salimos con la sensación de que había merecido la pena.

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